De la Vida y la Muerte

domingo, 24 de enero de 2010

La Muerte es amiga de la Vida


Para amar es necesario morir y renacer, ya que el viejo ser no es capaz de amar plenamente. Sólo el nuevo ser puede amar, y para amar continuamente es necesario nacer y morir a cada instante. Es creación y destrucción ocurriendo a cada paso, efectuándose universalmente tanto microscópica como macroscópicamente. Ese mismo ego polvoriento es arrasado igual que una gigantesca duna de arena azotada por una tormenta en el desierto, cuando uno medita activamente o canta su Power-Mantra Personal, o cuando uno se acerca al Maestro para entregarse y dedicarse a él. El ego, ese polvo acumulado durante incontables nacimientos sobre el espejo, comienza a crear diferentes obstáculos, diferentes tipos de razonamientos del porqué uno no debe entregarse. En ocasiones, uno se aleja para pensarlo mejor y luego regresa al Maestro. No obstante, el ego polvoriento reaparece con crecientes dudas y origina más ansiedad y sufrimiento, acumulando más polvo y haciendo que el polvo y las costras se compacten aún más. Este proceso endurece el ego y aprisiona el alma, privándola del amor por Dios.


El ego siempre tiene miedo de amar, porque allí donde hay amor la vida semeja una ola que rompe, y dondequiera que hay un punto culminante la ola rompe, y aparece como si la muerte hiciera una aparición. Sin embargo, la vida y la muerte no son opuestos, se complementan entre sí. Opuestos son el ego y la muerte. Después de todo, la vida y la muerte son complementos de la misma energía, de la misma potencia. No son opuestos, porque la muerte no es el fin de la vida, sino sólo la culminación, el fin de un ciclo de vida, el clímax de una vida particular. Cuando uno comprende plenamente el proceso de la vida, automáticamente se comprende la otra cara, la muerte, la cual es celebrada por los hombres de sabiduría. Debido a que la muerte es un aspecto primordial de la vida orgánica, es amiga de la vida, y la vida no existe sin la muerte. La muerte es aceptada como el trasfondo de la vida. Es el proceso de renovación, de reciclaje. Al igual que la vida, la muerte ocurre a cada instante. Así como el baño, el martilleo, la renovación y el rejuvenecimiento son necesarios a cada momento, así también el canto o meditación activa del Power-Mantra, es esencial a cada instante.


El proceso de respiración muestra de manera vívida el proceso de la vida y la muerte, en el que uno muere a cada instante sólo para vivir. De ese modo puede entenderse la eternidad de la conciencia. Cuando se inhala, la vida entra; cuando se exhala, ocurre la muerte. Lo primero que hace una criatura inocente cuando nace es tomar su primer aliento de vida, y lo último que hace un hombre al morir es exhalar su último aliento de vida. Es la rueda de la vida. La vida y la muerte son como dos ruedas de una carreta tirada por el ego polvoriento. Tal vez la lección que debemos aprender de Jesús en la cruz es que la vida, la muerte y la resurrección, ocurren a cada momento. Cuando alguien muere materialmente, resucita espiritualmente. Ese es el proceso, abhideya, de una comprensión más profunda. Se muere a cada instante y se nace a cada momento. Ese nivel de comprensión más profundo hace que la persona automáticamente roce las oceánicas capas de trascendencia que existen dentro de ella. Es un plano de conciencia sumamente atractivo, placentero y encantador.


Pensar que la vida es buena y que la muerte es mala, sólo es superstición. Todos hemos sido entrenados para pensar que la vida es deseable y que la muerte debe evitarse. Por esa razón tratamos de protegernos contra la muerte. Este concepto genera sufrimientos ilimitados porque todo aquel que se dedica a protegerse de la muerte deja de vivir. Se vuelve incapaz de vivir, siente miedo de vivir. Quizás hasta sienta miedo de exhalar, como si ya no existiese la posibilidad de volver a inhalar, y queda atrapado como un hombre muerto. Esa clase de persona simplemente va arrastrando la vida, la cual ya no fluye como un río. Si uno no es consciente de esta realidad, inconcientemente se convierte en un parásito de otras personas y de la sociedad.


Debemos transformar nuestras creencias en conocimiento acerca de la vida y de la muerte, sin consideración alguna de tiempo, lugar y circunstancia. Recuerde que cuando el agua hierve, se evapora, no importa cual sea el idioma que se hable. Así son las sendas de los iluminados.

De manera que, amigos míos, si realmente desean vivir, deben estar preparados para morir. Deberán preguntarse: en lo que a mí respecta, ¿quién le teme a la muerte? ¿Acaso mi vida teme a la muerte? La vida no puede sentir temor de su propio proceso interno. Entonces es otro el que siente miedo. ¡Yo les diré quién siente miedo! Su ego tiene miedo. La vida y muerte son amigos, pero el ego es enemigo tanto de la vida como de la muerte, porque el ego tiene miedo de vivir y tiene miedo de morir. El ego le teme a la vida porque a cada paso que nos acerca al amor, surge el temor de la muerte. Cada esfuerzo que nos conduce a la vida, a la cumbre, a la culminación, hace que la muerte se acerque más. De ese modo, cuando la muerte se aproxima, las personas se vuelven temerosas, y al acercase la vida, el amor, también sienten temor. Es su ego, ese ego cubierto de polvo y de costras, quien las arrastra a una vida de sufrimiento. Tales personas no están vivas ni muertes. Cuando un hombre vive plenamente, resucita, se vuelve iluminado, se llena de amor por el Señor.